My friends, I must apologize to you. After inflicting the last interminable post on you, I am going to devote yet another one to Msgr. Carlos Manuel de Céspedes. I considered attaching it as postscript to the last but that would have been even crueler. Still, we must take advantage of this occasion because Céspedes will never be more topical than he is today, unless he jumps naked from atop Havana Cathedral (which, after you read what I have to tell you, may not seem that improbable).
If I implied previously that Msgr. Céspedes is a vile lickspittle who praises murderers for their "love of the poor" while himself detached from their suffering, then I made myself understood. If, however, I left the impression that he is a coward, then I do wish to take that back at least in part. He
is a coward when it comes to defending the Cuban people. But the monsignor, unlike his distinguished ancestor and namesake, does not consider all Cubans to be his children or even his brothers. There is another group, however, whose civil rights he does champion even against the authority of the pope and his own best interests. This is remarkable because Msgr. Céspedes is the very definition of an establishment priest, and priests who curry Rome's favor as he does rarely challenge it publicly and notoriously as he has done.
What is this issue which is so close to his craven heart that he would risk his standing with Rome to champion it? What is this "human right" which trumps all others in his eyes and for which he would dispose of 2000 years of Catholicism to accomodate?
That's right. Msgr. Céspedes is the leading clerical exponent of homosexual "marriage" within the Universal Church. Not for priests (we believe) but for laymen.
In a column published last year in
Palabra Nueva [July/August 2007], a diocesan publication that circulates among clerics and other religious in Cuba, Céspedes expressed his unqualified support for civil unions of homosexuals engaged in stable relationships. While claiming that he does not wish to set aside Catholic tradition, he asserts that the Church must "not ignore contemporary personal and familial realities" but be open to new "clarifications of marriage." He would not call same-sex unions "marriage," however. He wants a new word for this "new reality" and "legal and social" acceptance for it. Céspedes even asserts that his support for homosexual unions may have precluded him from becoming a bishop. This would be curious indeed because the practice of it has never stopped any Cuban priest from reaching the episcopacy.
So there you have it. The priest who has never raised one finger or one octave in defense of his long-suffering people raises his fist in the face of the pope himself to demand that gays be given the right marry and the Church accept their union in the spirit(!) if not the letter of Catholicism.
Although Rome took no official cognizance of Céspedes's column (besides, perhaps, denying him that bishopric), it is interesting to note that the digital edition of
Palabra Nueva (below) has removed the monsignor's screed from its archives:
http://www.palabranueva.net/contens/0707/0001.html
POSTSCRIPT:
Msgr. Carlos Manuel de Céspedes published a formal repudiation and retraction of his article “El matrimonio y la familia a lo largo de la historia del cristianismo” in the Sept. 2007 (#166) edition of
La Palabra Nueva. The original article which was the cause of the retraction has been deleted; but the retraction itself can still be read at http://www.palabranueva.net/contens/0709/000102-2.htm
I have copied it in full in case it too is deleted in the future:
NOTA ACLARATORIA
Sobre el artículo “El matrimonio y la familia a lo largo de la historia del cristianismo”, cuyo subtítulo es “Algunos señalamientos acerca de la Revelación, la Teología, el Magisterio Eclesiástico y la disciplina de la celebración matrimonial. El por qué de los requerimientos de la presencia de testigos y del registro de los archivos.” (Palabra Nueva, Nº 165, Segmento, pp. 29-42)
Motivo de esta “nota aclaratoria”
Se me ha dicho, por parte de la autoridad eclesiástica, que uno de los últimos párrafos (fin de la Pág. 41 e inicio de la Pág. 42) ha sido interpretado por algunos como distanciamiento y hasta como una contradicción, por mi parte, de la enseñanza de la Iglesia Católica acerca de las calificadas como “parejas de hecho” (del mismo sexo), para las que los organismos legislativos de algunos Estados ya han aprobado o discuten actualmente lo que se ha dado en llamar “protección legal”. En algunos casos ha llegado a la equiparación con el matrimonio civil. La raíz de la interpretación parece estar en la frase “con respecto a las relaciones estables entre personas del mismo sexo, no veo dificultad en que sean protegidas por las leyes civiles, pero no me parece conveniente que esa nueva figura jurídica reciba el nombre de matrimonio, etc.” Esta frase (y el resto de este párrafo) están evidentes incluidos solamente per transennam, conociendo la situación actual de nuestro País, y habiendo escuchado, por más de una voz, cuáles son los debates al respecto en el seno de al Asamblea Nacional.
Resumen y referencia
a algunas secciones del artículo
En la primera página del artículo, pág. 29 del número de Palabra Nueva, hago la historia del texto, escrito en el año 2004 para un encuentro de Historia de la Iglesia en Camagüey, en el que no pude participar debido a mis malas condiciones de salud en aquel momento. No recuerdo si, habiendo enviado yo el texto, se leyó o no a los participantes. Luego el texto fue reelaborado para una conferencia, el 12 de julio pasado, en el Centro Cultural San Agustín, a mi cargo, y para la Revista Arquidiocesana Palabra Nueva (número Julio-Agosto 2007). En esa nota introductoria, en letra cursiva, aclaro que se trata sólo de “algunos señalamientos”, no del tema en toda su integridad, y añado: “El tema al que se refieren los mismos debería estar siempre ubicado en ámbito central de los contenidos de la Fe, de la ética y de la actitud Evangelizadora de la Iglesia”.
En la página siguiente (pág. 30), en un recuadro afirmo: “La realidad familiar tiene como punto de partida la realidad del matrimonio entre un hombre y una mujer, considerado como una institución natural, elevada a la condición de sacramento, o sea, signo eficaz de la acción salvífica de Dios”. En la página 33, en el marco del análisis bíblico, y también en un recuadro, afirmo: “El matrimonio monogámico e indisoluble parece haber estado vigente en la situación original de las tribus o grupos humanos que llegaron a constituir el pueblo de Israel”.
Después de un recorrido por textos del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, relacionados con el matrimonio, en los que recalco su valor vinculante, y ya dentro de la presentación del tema en contexto patrístico, aparece también en recuadro: “Como todo sacramento, el Matrimonio hoy supone también una celebración litúrgica en la que se hacen presentes todos los componentes de la visión católica del mismo”. Pasando por los teólogos medievales y por las distintas escuelas, llegamos al Concilio de Trento, del que afirmo que dirimió para siempre las diversas opiniones acerca de la sacramentalidad o no del Matrimonio, a favor de la sacramentalidad (contra la opinión de la Reforma protestante), y en que la enseñanza tridentina acerca de esa sacramentalidad está en la base de toda enseñanza católica posterior, hasta nuestros días.
De la conclusión (pág. 41), me permito copiar un párrafo: “La Revelación, que debe regir siempre el pensamiento, la ética, la disciplina y, en general, las acciones de la Iglesia, terminó con los Apóstoles y sus discípulos que pusieron por escrito sus enseñanzas (…) En ese proceso –me refiero al proceso de interiorización del dato revelado por la acción del Espíritu en el tiempo de la Iglesia– se va construyendo una especie de sedimento estable con el que se constituye la Tradición. Así, con mayúscula. En ese sedimento estable entran componentes irrenunciables de la Fe y de la Ética cristiana. La evolución en la visión del Matrimonio hasta su comprensión contemporánea como uno de los sacramentos o signos de la Nueva Alianza, con las características recogidas en la actual disciplina canónica y desarrolladas por los teólogos dogmáticos y por los moralistas católicos, es uno de esos ejemplos”.
Después de diversas referencias a situaciones en el mundo contemporáneo que contradicen la enseñanza y disciplina católica del Matrimonio, dentro de las cuales está la “frase problemática” (pág. 42), añado: “La Iglesia no va a renunciar a los criterios establecidos por la Revelación y fijados por la Tradición, en la que el Magisterio Eclesiástico, convenientemente contextualizado, es un componente irrenunciable”. Esa sección continúa con referencias breves a otros sacramentos –Bautismo, Eucaristía…–, y a la pastoral adecuada para participar en ellos.
Observaciones personales:
1) En mi visión de este texto, la consideración del Matrimonio no se limita a cuestiones “formales”, sino y sobre todo a doctrina teológica y praxis canónica sustancial. La referencia a las “uniones de hecho” es solamente parte de las referencias a las discrepancias entre algunas situaciones contemporáneas y las enseñanzas de la Iglesia. Siempre en mi visión de este texto, la posibilidad de una protección legal, en ese contexto,
no es más que la alusión –insisto, per transennam dicta–
al menor mal posible ante una situación que prevemos. Por mi cabeza jamás pasó una confrontación con las enseñanzas de la Iglesia acerca del Matrimonio y la disciplina eclesiástica católica.
Si, a pesar de una lectura atenta de todo el artículo, y no sólo de algún párrafo, y del análisis cuidadoso del mismo y de las frases resaltadas, personas que saben más que yo acerca del valor lingüístico y proyectivo de frases semejantes y que, simultáneamente, están en posiciones responsables de Jerarquía Eclesiástica, entienden que algunas frases pueden ser calificadas como inexactas o erróneas, disociadoras de la disciplina eclesiástica, ofensivas al Santo Padre o merecer cualquier otra calificación análoga, téngase entonces la frase o frases como no escrita, ni pronunciada. En ese caso, yo renunciaría a ella. Me retracto de ella y Dios me concederá la gracia de que se me borre del pensamiento. Yo sé que puedo errar en cuestión de formulaciones lingüísticas y en el ordenamiento de estrategias pastorales. Pero también sé que, por gracia de Dios y ejercicio de mi responsabilidad, no creo haber errado en cuestiones que tengan que ver con los contenidos de la Fe católica, entre los que incluyo –y muy gustosamente– mi adhesión afectuosa al Santo Padre.
2) Ahora bien, durante todos estos años me he desempeñado como sacerdote con muy diversos ministerios pastorales (párroco, profesor, Director del Secretariado General de la Conferencia Episcopal, secretario de la Comisión Episcopal para la Fe, también para el Ecumenismo; he tenido responsabilidades en el CELAM durante varios años y periodos y, desde hace ya varios años, soy Consultor del Consejo Pontificio para la Cultura).
Nunca, ni en ningún lugar, me he sabido bajo sospechas en materia de Fe, disciplina eclesiástica o distanciamiento de las enseñanzas del Santo Padre. Resultaría un absurdo que ahora, de repente, anciano ya como soy, en el ocaso de mi vida útil, sorprenda a todos con una discrepancia eclesial en situación tan delicada como es la disciplina matrimonial y el apoyo a la familia. Pocas realidades aprecio y valoro tanto como el Matrimonio y la Familia, tal y como los presenta la Iglesia y como tuve la fortuna de vivirlos en mi propia familia. Y esto se sabe de sobra en los círculos en los que me he movido siempre. ¡Se necesita no haber “leído bien” el artículo y no conocerme para imaginar el dislate que ciertos resúmenes periodísticos, sobre todo digitales, me atribuyen!
Monseñor Carlos M. de Céspedes García-Menocal
La Habana, 4 de septiembre de 2007.